Nada reemplaza los conocimientos especializados de los expertos, pero ¿cómo se pueden compartir de forma eficaz?

Caso concreto y completamente ficticio: Usted es el fundador y director de BrouetteCorp, líder de Limousin en el mercado de la carretilla conectada de tres ruedas.
Jean-Philippe, de cincuenta y cuatro años, es desde hace veinte años el experto interno en uno de sus procesos clave: el redondeo de las ruedas. Él lo implementó, solo él conoce todos los detalles. Es muy eficaz, bastante servicial aunque no con todo el mundo. Durante las reuniones, plantea problemas sobre la vulcanización del caucho que nadie entiende, para explicar después de media hora de pánico colectivo cómo ya los ha resuelto y se le felicita por ello.
Jean-Philippe aún no representa un problema para su organización: cumple sus objetivos, la producción nunca ha sido tan rápida y las ruedas son perfectas.
Pero, ¿qué ocurrirá si enferma? ¿Si deja la empresa? ¿O simplemente si su compromiso disminuye?
Ya ha intentado convencerle de que formalice sus conocimientos en uno (o varios) documentos de Word, en Notion, en Excel, en Powerpoint… Sin éxito: “no tengo tiempo con la producción que hay que asegurar”, “es demasiado complicado de sintetizar”…
Le asignó un becario, y luego un asistente, con la misión secreta de realizar este trabajo de formalización. Se fueron, desilusionados, porque no les delegaba gran cosa ni les explicaba nada. “Toma, aquí tienes la documentación del fabricante… Ah, por cierto, no está actualizada, hemos personalizado mucho el producto”
Ha empezado a sospechar que Jean-Philippe tiene una ligera mala voluntad… ¿o tal vez se trate de un miedo a perder su posición central en la empresa si compartiera sus conocimientos?
Pero entonces, ¿qué hacer?
"Con Komin, hemos documentado nuestros procedimientos operativos 10 veces más rápido que con el papel"
- J. Cerruti (Responsable de Métodos e Industrialización)
